viernes, 10 de octubre de 2014

EL CULTO A LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN ADRA
Víctor Eugenio RODRÍGUEZ SEGADO
La Inmaculada Concepción es un dogma de fe católico que afirma que la Virgen María nació sin pecado original por gracia expresa de Dios. Esta cuestión provocó un largo conflicto teológico durante siglos entre partidarios y detractores, siendo las mitras del sur peninsular las más beligerantes en la defensa del misterio. Adra, en consonancia con el enorme movimiento vindicativo de su mitra, plasmó miméticamente en su devocionario lo que era vox populi en la diócesis. De este modo, la fiesta mariana debió guardarse desde principios del XVI -albores de la fundación de la villa-; mucho más por cuanto la erección parroquial de 1505 dio al templo el título de Nuestra Señora de la Encarnación. Este título mariano no era baladí, pues respondía a un programa asimilador de la Corona que, utilizando el buen hacer la Iglesia como instrumento real, pretendía recristianizar las antaño tierras del Islam. María, en cuyo seno se encarnó Dios, era el mejor medio para presentar la divinidad de Cristo, permitiendo así proclamar la victoria de la fe verdadera y contradecir a los infieles. Dada la ascendencia de esta invocación, dentro del concepcionismo imperante en el ámbito granadino, no es extraño que en 1591 ya existiese en la iglesia abderitana una Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, considerándose esta fraternidad en estos momentos un elemento fundamental de la estructura devocional local.
La piedad hacia esta advocación mariana fue muy intensa a lo largo de los siglos, representando su culto todo un símbolo de elitismo aristocrático en Adra, en el que ejército y clero iban de la mano. El culto a la Inmaculada Concepción llegará a su cenit al ser proclamada, por breve del papa Clemente XIII de 8 de noviembre de 1760, a propuesta del rey Carlos III, “especial patrona y abogada declarada de todos los Reynos y dominios de España y de las Indias”. Sin duda gran parte de su fuerza se debía al carácter esencialmente castrense de la plaza, dado que la Inmaculada es considerada patrona de los ejércitos. Los avatares militares por los que pasó la imagen y la villa no hicieron sino reforzar esta ligazón con la fuerza armada de Adra, que secundó su devoción bajo tintes providencialistas. En uno de los relatos que describe el asalto turco a Adra en 1620, se dice que un hombre “entró en la Iglesia y tomó en sus brazos a María Santísima de la Concepción”, trasladándola a la torre del macho del castillo para salvaguardarla de su destrucción. En el imaginario popular se asociaba la acción portentosa -salvación de la imagen del saqueo- a su más alta realización artística. Por eso, sólo un renombrado escultor como Pedro de Mena y Medrano (Granada, 1628-Málaga, 1688) -vinculado a la villa por los orígenes abderitanos de su madre, doña Juana de Medrano y Cabrera- podía ejecutarla; lo que evoca el periodista y poeta abderitano Ramón Blasco Segado, haciéndose eco de una tradición popular.
El culto a su imagen recibió un generoso legado en el testamento del beneficiado don Diego de Utrera Iluminatti, fallecido el 14 de septiembre de 1746, que mandó que se diesen 200 reales de vellón a la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción. Buena prueba de la gran pasión que en Adra inspiraba esta advocación es el testamento otorgado, el 27 de febrero de 1750, por doña Ana de Utrera y Gutiérrez. Esta dama, perteneciente a la más elitista oligarquía de la villa, no dudó en ordenar que “luego que fallezca de la Concepción de la parroquial de esta villa mi basquiña de nobleza y casaca de persiana, un zarcillo de los de oro y la mejor sortija o anillo de oro de los que tengo, para que estas alhajas sirvan en adorno de Su Majestad”. Más tarde, otro de los miembros de la familia, don Diego Avilés y Utrera, continuó con la devoción familiar al ordenar en su testamento, de 3 de enero de 1792, que se entregasen 300 reales a “María Santísima de la Concepción Purísima que se venera en la parroquial de esta villa”. Del lujo y fastuosidad con que se engalanaba y adornaba su imagen, son ejemplos el codicilo y testamento, respectivamente, de doña María Manuela Rodríguez-Chacón y Zavala y doña Josefa Bautista. En el primero, otorgado el 23 de julio de 1784, dicha dama donaba “por vía de legado la bata dorada de seda, como está, a María Santísima de la Concepción que se venera en esta parroquial; y así mismo, la polonesa de tela de oro e, igualmente, el reloj de oro para que se rife y su producto se invierta para ayuda a un camarín para el culto y veneración de dicha soberana imagen”. En el segundo, realizado el 3 de septiembre de 1800, se ordenaba que a María Santísima de la Concepción se le ha de vender la Corona que tiene de plata y sobre su importe se le ha de agregar y comprar otra corona de plata igual a la que tiene María Santísima de los Dolores”.
En 1694, se erigió la Cofradía del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora, cuya aprobación de estatutos corrió a cargo del arzobispo de Granada, don Martín de Azcargorta. La corporación fue víctima de los aires del reformismo ilustrado, ya quepor real decreto de 19 de septiembre de 1798 fue intervenida, desapareciendo tras esta actuación. Ello no impidió que en la iglesia parroquial se concluyese en 1807, con la concurrencia del vecindario, un bello camarín, obra del cantero granadino José Ruiz de la Blanca, para ubicar la imagen mariana.
Sin duda, la enorme raigambre del culto a esta advocación no dejó de existir, pese a los avances liberales, como se evidencia en un informe sobre las cofradías de la parroquia, elaborado en 1869 por el cura de Adra, don Diego Fernández de Píñar y Quesada, que menciona en ese año una “Asociación de Señoras de la Inmaculada Concepción”. Igualmente, en septiembre de 1848, el presbítero exclaustrado de Murtas (Granada), don Pedro Alcántara Cáceres, donó 290 reales para su culto.La imagen actual, posiblemente ejecutada en la primera mitad del XVIII, se salvó de su destrucción, en 1936, gracias a la actuación de las piadosas hermanas doña Genoveva y doña Dolores Pérez García, que la ocultaron en un almacén de su propiedad. Se trata de una talla de vestir, de marcada frontalidad, que, a diferencia de la mayoría de las representaciones escultóricas de la Inmaculada, que unen las manos por las palmas en actitud orante, aparece con estas cruzadas sobre el pecho. El tallista Francisco Gálvez Ferrer realzó la imagen con una peana que presenta tres ángeles con cuerpo de acanto, unidos por guirnaldas de flores sobre las que se sitúa un escudo con el anagrama del Ave María.


BIBLIOGRAFÍA
BLASCO SEGADO, Ramón. “Adra. Apuntes para su historia”, folletín de la Crónica Meridional, Almería, 1891.
GIL ALBARRACÍN, Antonio. Cofradías y Hermandades en la Almería moderna (historia y documentos), Almería-Barcelona, 1997.
GÓMEZ-MORENO CALERA, José Manuel. “Arte y Marginación. Las iglesias de Granada a fines del siglo XVI”, en La Religiosidad Popular y Almería. Actas de las III jornadas, Almería, 2004.
SÁNCHEZ REAL, Javier. “La arquitectura religiosa de Las Alpujarras: un patrimonio poco conocido”, en Actas de las I Jornadas de Patrimonio de La Alpujarra. Legado arquitectónico y turismo rural, Almería, 2000, pp. 63-98.
-Avance del Inventario de la Escultura de la Iglesia Parroquial de Adra, Adra, 2004 (inédito).
-“Una escultura procesional de la escuela granadina: la Virgen de los Dolores de Adra”, en Programa de Semana Santa de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, Adra, 2007.

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viernes, 3 de octubre de 2014

EL CULTO A LOS SANTOS EN ADRA (ALMERÍA) EN LA EDAD MODERNA.
   
       A principios del siglo XVII, Adra era una pequeña villa marítima del reino de Granada, de 113 vecinos, en su mayoría soldados de la guarnición1. Su gran importancia estratégica, por ser el único puerto de la Alpujarra, impulsó a la Corona a fortificarla desde su misma fundación, en 1505, convirtiéndola, de este modo, en presidio cerrado. Formaba un pequeño caserío urbano, cercado por una muralla de mampostería de siete torreones, con un castillo en su ángulo sudeste. La religiosidad popular de sus habitantes se centró, en un principio, en el culto a San Sebastián al que habían erigido una pequeña ermita, extramuros de la villa, en el cerro de Montecristo que se levantaba ya en 1591. La devoción a este santo era muy frecuente en toda España, y, hacia la segunda mitad del siglo XVI, fue muy común la construcción de ermitas dedicadas al mismo, coincidiendo con el reinado de Felipe II, en el que España sufrió rigurosas embestidas de peste. Pero el santo por excelencia de Adra será San Nicolás de Tolentino al que los abderitanos rendían fervoroso culto desde principios del siglo XVII si bien el taumaturgo no será proclamado patrón de la villa hasta 1865.
     Otro santo, venerado intensamente en la villa, era San Marcos, protector de la agricultura y ganadería, muy presente en la iconografía alpujarreña. El culto a San Antonio de Padua tuvo gran vigor en Adra, a principios del XVIII, por la influencia misional de la orden franciscana; especialmente, tras la creación, a finales del XVII, de los conventos de San Pascual Bailón, en Laujar de Andarax, y del hospicio de franciscanos mínimos de San Francisco de Paula, en la ermita de Nuestra Señora de Gádor, en Berja. El fervor a San José alcanzó, también, gran esplendor por la intensa devoción que le profesaba Dª Rosa Cándida Gnecco Gnecco, esposa del alcalde mayor de Berja, Adra, y Dalías, D. Pedro Beneito y Aznar.

1 J. A. GARCÍA LUJÁN, Las Alpujarras a principios del siglo XVII. El manuscrito Domecq-Zurita de
1605, Córdoba, 2002, p. 78.

San Nicolás de Tolentino, patrón de Adra2

“Toda te debes Córdoba, aunque tanta,
al Santo Milagroso tu abogado,
aquí el pestífero contagio canta Fernando,
ya que a Córdoba he nombrado;
aquí veloz el cálamo levanta,
haz de ella un verdadero y fiel traslado
para que quede eterno en la memoria
el gran poder del Santo en dulce historia”
(Fernando de Camargo y Salgado, El santo milagroso augustiniano,
San Nicolás de Tolentino. Sus excelencias, vida, muerte y
milagros. Poema heroico repartido en veinte libros)

   
     La recepción en España del culto a San Nicolás de Tolentino se extiende durante el último tercio del siglo XVI. En ella influyó, tal como cuenta el erudito granadino Francisco Henríquez de Jorquera, la devoción que le profesaba Felipe II3. Su fama de taumaturgo le hizo pronto objeto del fervor de las gentes y la orden agustina, carente de santos populares, fomentará ilusionadamente su culto4. El mismo Lope de Vega lo evocará en su comedia hagiográfica “San Nicolás de Tolentino o el Santo de los milagros5, mostrando el grado de inserción del santo en la vida cotidiana. Entre sus múltiples prodigios -más de 300- se le atribuían resurrecciones, protección contra terremotos, así como sanaciones6.
     Declarado protector de la Iglesia era conocido, sobre todo, como abogado de las almas del purgatorio, patronazgo que explicó su primer biógrafo, el agustino Pietro de Monterrubiano, al señalar cómo las ánimas se aparecían al fraile pidiéndole misas por su salvación7. Este suceso dio origen al llamado “septenario de San Nicolás”: un conjunto de siete misas ofrecidas por las almas de los difuntos, no exentas de ribetes de superstición8. Sobre este último caso, y relacionado con sus múltiples ayunos, quedó la costumbre en la orden agustina de bendecir el día del santo algunos panes que se decía eran muy provechosos para diversos males y, en particular, para curar las enfermedades infecciosas. Se le atribuía, además, junto a San Sebastián y San Roque, un especial poder para conjurar la peste que le dio gran fama. Residía este portento en un milagro acaecido en Córdoba en 16029. Además de Adra, en España lo tienen por patrón las siguientes localidades: la Aldea de San Nicolás de Tolentino (Gran Canaria), Tortuera (Guadalajara)10Almonacid de la Sierra (Zaragoza), Cas Concos (Baleares) y la Campana (Sevilla). En Pontedeume (A Coruña) se renueva todos los años el “voto de San Nicolás”, que se remonta al incendio que sufrió la villa el 11 de agosto de 160711.
 En Adra tenemos referencias, desde principios del siglo XVII, que avalan la intensa devoción que suscitaba el taumaturgo entre sus fieles. El origen de la misma debió radicar en la acción misional de los frailes del Convento de San Agustín de Granada12, divulgativa de su vida y milagros, y, quizás, en la profesada al agustino por algún miembro de la familia Levanto, ricos comerciantes genoveses asentados en dicha ciudad13. En todo caso, es muy posible que, a los ojos de los abderitanos, la invocación a San Sebastián, culto muy antiguo en la localidad, cuya devoción se relaciona igualmente con la taumaturgia protectora, no fuese suficiente para frenar algún foco epidémico, y que la imploración al agustino reforzara la protección del vecindarioEl primer documento, revelador de la consolidación de su culto, es una escritura de constitución de capellanía otorgada, el 29 de mayo de 1615, ante el escribano de Adra Pedro de Aranda, por los cónyuges D. Alonso de Cuesta, alférez de caballería, y Dª Ana de Alcántara, en la que se dispuso que sus capellanes debían decir, en sus días u octavas, una misa a San Nicolás de Tolentino y otra a San Sebastián14.
     Muestra antigua de la veneración al santo es el relato del Alcalde Mayor de las Alpujarras, D. Sebastián de Céspedes y Meneses, sobre el asalto turco a Adra, en octubre de 1620, en el que narra como los piratas turco berberiscos quemaron una imagen de San Nicolás de Tolentino, efigie venerada en la Iglesia Parroquial15.
     Los fieles abderitanos mantuvieron durante todo el barroco una intensa devoción al fraile agustino, aunque el concejo, falto de rentas suficientes, apenas aspiró a festejar su fiesta; de manera que fueron nuevamente los devotos los garantes de su efeméride16, que tenía lugar, siguiendo el santoral católico, el 10 de septiembre, con vísperas, misa y procesión de la imagen en un recorrido, intramuros de la villa, acompañado de disparo de cohetes y otros fuegos artificiales17.
     Favoreció sin duda el culto a San Nicolás de Tolentino el hecho de ser Adra un foco endémico de tercianas -una variante de paludismo-18, originado en su vega -pagos de Algaida y Benaluquete- por las plagas de mosquitos que anidaban en las charcas y humedales surgidos en las avenidas del río. De los avatares calamitosos que la enfermedad provocaba entre el vecindario hay muestras suficientes a lo largo de la historia de la comarca. La primera gran epidemia de tercianas se produjo en 1786 y a ella se refiere, en 1789, el alcalde mayor de Adra, Berja y Dalías, Vicente Sánchez Muñoz, lamentando la decadencia de la villa19. Otra epidemia, especialmente intensa, se produjo a comienzos del siglo XIX. En efecto, el 27 de septiembre de 1803, el concejo de Adra, presidido por los alcaldes José Barranco y Andrés Pérez, solicitó al Consejo de Castilla el señalamiento de 300 ducados anuales del fondo del Pósito, a falta de bienes de propios, exponiendo una situación con tintes alarmantes “por cuanto, como es público y notorio en el Reino, ha padecido esta villa en los tres últimos años una penosa epidemia de tercianas, llegando a constituirse en un estado lastimoso, y lo que, es más, en el desamparo de no haber facultativos para la asistencia de los pacientes, por no ser bastante estímulo el producto de las igualas, que voluntariamente ofrece cada vecino, por no haber en esta villa asignado salario ni estipendio fijo para esta plaza, a causa de carecer de fondo de propios, no pudiendo subsistir este vecindario sin avío de facultativo de probidad que le asista, porque en otros términos vendrá a verificarse en él una total despoblación20.
     En 1855 tuvo lugar una importante crisis, hubo otra menor en 186221 y rebrotó en 1864, llegando a su punto álgido en agosto22. El interés mostrado por el cura párroco de la localidad, el granadino D. Diego Fernández de Píñar y Quesada, en regularizar el patronazgo del santo, por no conservarse documento alguno donde formalmente constase el mismo, llevó a vecinos y autoridades a aprovechar la penosa situación para solicitar el amparo del taumaturgo y consolidar, con plenos efectos jurídicos, su patronazgo, ajustándolo al Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, de 23 de marzo de 1630, del papa Urbano VIII, sobre elección de patronos. A tal efecto, se procedió, por votación popular, en el ayuntamiento de Adra, a la elección del patrón de la villa siendo elegido San Nicolás de Tolentino.
     El plebiscito sería posteriormente ratificado por Decreto del papa Pío IX de 27 de abril de 186523.
     Bien es cierto que durante este siglo el fervor al santo fue menor que en el barroco. Sin embargo, las epidemias decimonónicas produjeron el efecto de revivir las prácticas devotas en las que se conjugaban las oraciones al santo y el pan bendecido en el día de su efeméride, indicado, como hemos visto, contra la peste y las enfermedades infecciosas24. La situación sanitaria llegó a ser tan calamitosa que los abderitanos invocaron al santo, como especial abogado ante la divinidad, formulando un voto religioso de rogativas. Así lo cuenta el erudito abderitano Leopoldo Segado Aquino “el país figúrense que adolecía de calenturas a causa de los encharcamientos que producían las avenidas del río. Este inconveniente que aún no ha desaparecido del todo, a pesar de la desviación que sufrió el río, especialmente por la parte de la vega llamada de las Batatas, Habana, etc., fueron en todos tiempos verdadero azote de la población, azote únicamente contrarrestado por los rudos barridos de los temporales de poniente que limpiaban la atmósfera de los pestilentes miasmas exhalados por los pantanos. Cuando faltaba el viento o temporal, arreciaba la enfermedad o calenturas y de aquí el voto de la villa de ir en procesión al cerro de Montecristo en demanda de los vientos salvadores25. La procesión, en la que participaban los cabildos civil, eclesiástico y militar, junto al resto del pueblo, tenía lugar el postrer domingo de abril y se organizaba por la cofradía de la Purísima Concepción, autorizada para celebrar unas rifas con cuyos productos se costeaban los gastos que aquella originaba. La romería hacía gala de un intenso colorido y pintoresquismo, con merenderos, puestos de garbanzos tostados, cánticos, bailadores, cohetes voladores, serenatas y festines. Los problemas infecciosos de la villa no se resolvieron hasta 1872 en el que finalizaron las obras de canalización y desviación del cauce del río, en su tramo final, forzándolo a discurrir desde el pago de Canales hasta la albufera ancha26. A partir de esta fecha puede hablarse de una  caída del fervor al santo, pues, acabadas las fiebres, también se terminaba con la necesidad de recurrir al santo sanador.
     Para impulsar el culto a San Nicolás ya existía, en 1623, una cofradía, aunque su erección formal no tuvo lugar sino hasta 1697. En este año se aprobaron sus constituciones por el arzobispo de Granada, D. Martín de Azcargorta, tras realizar una breve visita a la villa. La cofradía, bajo el título de “San Nicolás de Tolentino y Santa Vera Cruz”, se convirtió en mixta: de culto al santo y penitencial27. Desgraciadamente no se han conservado sus estatutos, pero sabemos que se financiaba, dados los escasos recursos económicos de los vecinos, con aportaciones económicas voluntarias -mayormente en forma de limosna-, sin que se exigieran cuotas de entrada ni luminarias. El fervor a San Nicolás de Tolentino, muy presente en los siglos XVII y XVIII, decayó sensiblemente a mediados de este último y en 1769 la cofradía se hallaba sumida en una profunda crisis hasta el punto de que sólo tenía dos miembros y se encontraba prácticamente extinguida28.
     La quiebra de la cofradía se resolvió asumiendo el cura de la localidad, el beneficiado D. Francisco Antonio Capilla y Acuña, las responsabilidades propias del culto al santo patrón y recolección de limosnas para su efeméride. El sacerdote aprovechó las obras de ampliación y reforma de la iglesia parroquial de Adra, durante la segunda mitad del siglo XVIII, para encargar la confección de un retablo al maestro tallista granadino Juan Serrano, que se costeó con las limosnas del santo recogidas por él, las de San Antonio de Padua y con 900 reales ofrecidos por Dª Catalina Iluminatti y Camargo29. Su colocación se hizo “en la capilla del evangelio y sagrario, y en medio del a dicho señor San Nicolás, y del lado derecho, en su repisa, a señor San Antonio, por devoción de la referida doña Catalina, y del siniestro a señor San Francisco Xavier”. A finales de 1780 ya estaba instalado y, para completar el gasto total del retablo, el beneficiado puso más de 2.500 reales de su caudal, haciendo constar el aumento en el libro de cuentas de la hermandad de San Nicolás30.
     A principios del siglo XIX, con motivo de la invasión francesa, la mentalidad abderitana experimenta un cambio radical. No en vano en Adra hubo destacados afrancesados -los hermanos D. Francisco Antonio y D. Juan de Mata Rodríguez- Chacón y Zavala, así como el capitán D. Pedro Antonio Segado Segado- quienes colaboran estrechamente con el invasor31. No tardaría mucho tiempo en iniciarse, entre otras cuestiones, el proceso de secularización, con sensible disminución del culto a los santos, que afectó a todas las capas de la sociedad. La mayor parte de la burguesía, no obstante, todavía mostrará, durante el XIX, una faceta religiosa continuista aunque con un significativo enfriamiento32. A pesar de todo, el amor de muchos abderitanos al santo de Tolentino persistía aún, especialmente en pequeños agricultores, que continuaron solicitando su amparo a través de misas y legados testamentarios33.
     La primera imagen de San Nicolás, que se veneraba en la iglesia parroquial, fue destruida, como hemos dicho, en el asalto turco a la villa en octubre de 1620.
Para sustituirla se encargó la ejecución de una nueva talla, labrada entre 1620 y 164434, que siguió también la misma suerte pues fue destruida en julio de 1936, al estallar la guerra civil. Se trataba de una bella imagen, con un semblante intensamente abatido, de escuela granadina que respondía a la iconografía tradicional del santo y se hallaba adornada, además, con un elegante collar. En la posguerra, para reponer la imagen destruida, se encargó al imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa la ejecución de una nueva talla, que es la que actualmente se venera35. Su iconografía lo representa vestido con hábito de la orden agustina, negro y esgrafiado; en el pecho con una estrella ( alusivo a la visión repetida que tuvo de una luz que, partiendo de Sant´Angelo, venía a posarse sobre la capilla de San Agustín, en Tolentino, donde se colocaron sus restos ), y sosteniendo con la mano derecha un crucifijo y con la mano izquierda un plato con una perdiz de plata, en recuerdo de uno de sus múltiples milagros cuando, para contrarrestar un durísimo ayuno, le llevaron dos perdices asadas para que se las comiera y dirigiéndose a ellas les ordenó seguid vuestro camino”, e, inmediatamente, las aves echaron a volar36.

2 San Nicolás de Tolentino nació en 1245 en Sant´Angelo in Pontano en la Marca de Ancona (Italia). A los doce años entró como oblato en un convento de la orden agustiniana, de su pueblo natal, realizando su profesión religiosa el 4 de marzo de 1261 y en 1269 su ordenación sacerdotal por el obispo san Benito de Cíngoli. En 1275 fue destinado, de forma estable, al convento de Tolentino- de ahí su sobrenombre -, donde murió el día 10 de septiembre de 1305, en olor de santidad, después de llevar una vida de duro ascetismo. Pocos años después de su muerte, llevadas por la fe, visitaban su sepulcro multitudes provenientes de toda Italia. Sus brazos se conservan en relicarios, en el santuario de Tolentino, y de ellos ha manado periódicamente mucha sangre. Esta efusión y, su vida de asceta, alimentó a los ojos de sus fieles su aura de santidad con fama de conjurar los padecimientos de las personas. El papa Eugenio IV lo canonizó el 5 de junio de 1446. vid. P. Panedas galindo, Nicolás de Tolentino. El primogénito de la familia agustiniana, Zaragoza, 1992, pp. 5-11.
3 En 1588 “por los fines del mes de agosto, llegó a esta ciudad de Granada la nueva (de)como nuestro muy sancto Padre Sixto quinto, en Roma, constituyó la fiesta del glorioso San Nicolás de Tolentino, sancto de la orden de los agustinos, con reço doble en toda su religión, de quien se abía mostrado su majestad muy deboto, cuya fiesta mandó celebrar a dies de setiembre de cada un año, día en que fue su dichosa muerte; por cuyo regocijo los frailes de dicha orden hicieron grandísimas demostraciones de alegría, en su convento de San Agustín, desta ciudad, ayudándoles a la celebración los pechos cristianos de los granadinos”, vid. F. Henríquez de Jorquera, Anales de Granada, Descripción del Reino y Ciudad de Granada. Crónica de la Reconquista (1482-1492). Sucesos de los años 1588 a 1646, edición preparada según el manuscrito original por A. Marín Ocete, estudio preliminar de P. GAN GIMÉNEZ, e índice de L. MORENO GARZÓN, Granada, 1987, t. II, p. 526.
4 Fueron divulgadores de su vida frailes agustinos como Bernardo Navarro, Vida y milagros de San Nicolás de Tolentino, religioso del Orden de Nuestro Padre San Agustín, Barcelona, 1612; Juan de Miranda, Vida y milagros del glorioso Padre San Nicolás de Tolentino, religioso de la Orden de nuestro Padre San Agustín, patrón de la ilustrísima ciudad de México, México, 1615; Jerónimo Román, Vida de San Nicolás de Tolentino, Zaragoza, 1620; Fernando de Camargo y Salgado, El santo milagroso augustiniano, San Nicolás de Tolentino. Sus excelencias, vida, muerte y milagros. Poema heroico repartido en veinte libros, Madrid, 1628; Francisco de Ribera, Vida de San Nicolás de Tolentino. Discursos quaresmales en ella. Descripciones varias en los discursos, Sevilla, 1631 y José Sicardo, Vida y milagros del glorioso San Nicolás de Tolentino, religioso del Orden de los ermitaños de nuestro Padre San Agustín, con una devota novena al santo, Madrid, 1701.
5 Docena parte de las Comedias, Madrid, 1619. 
6 Constan en su causa de canonización; entre los más destacados figuran la resurrección del hijo de Blanca María, mujer de Francisco Sforza, duque de Milán, y el sorprendente cese de un seísmo en México, tras ser elegido por sorteo patrón de la ciudad, cuando el 26 de agosto de 1611 un terremoto había sembrado el pánico entre la población. Otro de sus milagros, relacionado con sus grandes mortificaciones, pues ayunaba de forma casi perenne, consistió en que hallándose el santo muy debilitado por los rigurosos ayunos que practicaba, se le apareció una noche la Virgen con San Agustín, y le dijo que tomase pan, lo metiese en agua y comiese en nombre de Cristo y sería libre de su enfermedad, como, en efecto ocurrió, vid. J. Carmona Muela, Iconografía de los santos, Madrid, 2003, p. 345.
7 Refiere este clérigo cómo el alma del hermano fray Pellegrino se le apareció pidiendo misas por aquellas, en trance de sufrir los rigores de las llamas, y que, al cabo de una semana, se le volvió a aparecer dándole cuenta del gran número de almas salvadas por sus sufragios. Es conocida como la visión de Valmanante, vid. J. M. BENÍTEZ SÁNCHEZ, O.S.A., “Un ejemplo del influjo de la piedad popular en la traza del espacio sagrado. La capilla de San Nicolás de Tolentino en la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro de Palma de Mallorca, en “El culto a los Santos: Devoción, vida, arte y cofradías”, Simposium (XVI edición) organizado por Estudios Superiores del Escorial, San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 2008, p. 888.
8 La expresión más singular del patrocinio sobre las almas del purgatorio será la práctica del septenario de misas ofrecidas en honor del santo, como válido intercesor, y en sufragio por el alma del difunto. Estas siete misas corresponden a los siete días que transcurrieron entre la visión de Valmanante y la oportuna confirmación de la salvación de fray Pellegrino, gracias a las misas celebradas por san Nicolás y sus oraciones y lágrimas. Las misas tolentinas habían de celebrarse seguidas, día tras día, en altar dedicado al Santo, con licencia del prior general de la orden agustina, lo que en la conciencia popular ocasionaba la consecuente liberación de las almas del purgatorio, Ibidem, pp. 889 y 897.
9 Cuando liberó a esta ciudad de una gran epidemia de peste que había diezmado la población. vid. C. de Busto , O.S.A., Compendio de algunos milagros que Dios ha obrado en Córdoba por intercesión de San Nicolás de Tolentino, desde San Matheo del año 1601 hasta septiembre de 1602, Córdoba 1603 y J. Ar anda Do ncel, Breve Historia de la Semana Santa de CórdobaMálaga, 2001, p. 20. Sobre la epidemia de peste de 1598-1602 vid., D. Gómez Díaz, Bajo el signo del cólera y otros temas sobre morbilidad, higiene y salubridad de la vida económica almeriense (1348-1910), Almería, 1993, p.28 y B. Vincent “La peste atlántica de 1596-1602”, Asclepio, XXVIII (1976), pp. 5-25. El milagro de Córdoba no fue el único portento atribuido al Taumaturgo en Andalucía; en 1694, D. Pedro Monrreal, mayordomo de la cofradía de San Nicolás de Tolentino, editó en Granada un impreso en el que se narraba como había sudado el rostro de la imagen del santo, venerada en el convento de San Agustín, de Cazalla de la Sierra, en el reino de Sevilla (Biblioteca de la Universidad de Sevilla; Fondo Antiguo).
10 F. J. Heredia Heredia; J. A. Marco Mart ínez, Tortuera, una villa, una historia, Guadalajara, 2004, pp. 193,194 y 240.
11 Canta y Camina, Agustinos Recoletos, boletín de amistad nº 78, enero-febrero, 2005.   
12 En Adra se rendía especial veneración, junto a San Nicolás de Tolentino, a Santa Rita de Casia, los santos más invocados en las iglesias de la orden agustina, extendidas por todo el mundo. Sobre el culto a esta Santa vid. P. MARTÍN, “La Devoción a Santa Rita en Adra”, en Santa Rita y el Pueblo Cristiano, Agosto-Septiembre, 2006, p. 216.
13 De Horacio Levanto, Henríquez de Jorquera dice que fue enterrado en la “capilla mayor del Señor San Agustín desta ciudad de Granada”. De Rolando Levanto, dueño en 1620 del ingenio de azúcares de Adra, el mismo autor escribe que “fundó a su costa y misión el recoleto conbento de San Antonio de Padua con la capilla mayor para su entierro a donde se truxo a sepultar su cuerpo”, vid. F. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, Anales de…, t. II, pp. 784 y 825. Por su parte, Javier Sánchez Real afirma que Rolando Levanto sufragó el sagrario de la Iglesia Parroquial de Adra, dentro del programa de reconstrucción de la misma, tras su saqueo en el asalto turco-berberisco de 14 de octubre de 1620 (J. SÁNCHEZ REAL, Avance del Inventario de la Escultura de la Iglesia Parroquial de Adra, Adra, 2004, inédito).
14 (A)rchivo (H)istórico) (P)rovincial de (Al)mería, P. 801, s.f.
15 J. A. Tapia Garrido, Historia de la Baja Alpujarra, Almería, 1965, p. 292.
16 Muestras de la devoción a San Nicolás son las siguientes mandas testamentarias: Juan de Perales, el 13 de enero de 1623, manda que se pague de sus bienes 1 ducado a la cofradía de San Nicolás de Tolentino (A.H.P.Al. P.801, s.f.);el alférez Juan de la Cerda, el 4 de abril de 1623, manda que se diga por su alma e intención 1 misa a San Nicolás  de Tolentino (A.H.P.Al., P. 801); Lucas Muñoz, el 4 de abril de 1672, manda que se digan 10 misas a San Nicolás de Tolentino (A.H.P.Al. P.802, s.f.); Diego Jiménez, el 9 de mayo de 1673, pide que acompañe a su cuerpo el día de su entierro “la cera de las cofradías de Nuestra Señora y San Nicolás, de las que soy cofrade” (A.H.P.Al., P.803, s.f.); María López, el 5 de diciembre de 1673, declara que es “hermana del señor San Nicolás de Tolentino, patrono de esta villa, siendo por tanto la primera alusión a su patronazgo en Adra (A.H.P.Al. P.803, s.f.); Inés Segado, viuda del alférez de caballería y gobernador de Adra, Pedro de Cuesta, y del genovés Juan Jerónimo Iluminatti, ordena en su testamento, de 16 de junio de 1693, que se den “dos libras de cera para la tribuna de Nuestra Señora del Mar y otras dos a San Nicolás de Tolentino” (A.H.P.Al. P.692 ff. 344 y ss); Antonio Barranco Zabala, el 3 de agosto de 1717, impuso 1 misa rezada anual sobre un aposento de casa en el barrio nuevo “que se ha de decir al señor San Nicolás de Tolentino, perpetuamente” (A.H.P.Al., P. 692, ff. 273r-282r); Lucía Rodríguez, el 7 de abril de 1729, ordena que se den 20 reales “al señor San Nicolás de Tolentino, patrono de esta villa, mi abogado” (A.H.P.Al., P. 805, s.f.); Guiomar López-Cabezas, el 2 de enero de 1731, declara que es “hermana(…)de Nuestra Señora y del señor San Nicolás de Tolentino, patrono de esta villa” y pide que “acompañe mi cuerpo la cera de estas dos cofradías” (A.H.P.Al., P.805, s.f.); Cristóbal Sánchez de Mayor, el 21 de junio de 1763, manda pesar a su hijo José “y el equivalente peso se dé de trigo de limosna al señor San Nicolás”, ordenando, asimismo, que “ se le de al señor San Nicolás ciento veinte reales que yo el dicho D. Cristóbal le debo” (A.H.P.Al., P.819, ff. 112r-113v); Sebastián Sánchez de Mayor, el 27 de junio de 1792, manda 30 reales de limosna “al señor San Nicolás de Tolentino” (A.H.P.Al., P. 838, ff. 27r-33r).
17 El día de la víspera “se quemaban las barbas a San Nicolás”: es decir, se hacía una hoguera con todos los muebles inservibles, vid. J. M. Mart ínez Sánchez, Adra y sus gentes en el siglo pasado, Almería, 2002, p. 91.
18 Así llamada porque sus síntomas consistían en fiebres o calenturas intermitentes que cursaban cada tres días.
19 lo cierto es que Adra, pueblo de más de 1200 vecinos, está, casi todo él, reducido a una miseria con las tercianas contagiosas del año 86”, Archivo de la Real Chancillería de Granada, sig. 4.399.75
20 A.H.P.Al., P. 843, f. 278.
21 F. Luna y C. García-Moro, “Cronología, causas y estacionalidad de crisis de mortalidad en una población costera de Andalucía”, en Nuevas perspectivas en Antropología, Granada, 1991, pp. 451-458.
22 El 25 de julio de 1864 el insigne novelista egabrense D. Juan Valera Alcalá-Galiano escribía, en una carta, a su amigo Gumersindo Laverde “Todos ellos han estado en Adra [su madre, su hermana Ramona, casada con Alonso Mesía de la Cerda, marqués de Caicedo, y su familia] en un ingenio que allí tienen, de donde han vuelto en su gran mayoría con tercianas”, vid. J. Valera: “151 cartas inéditas a Gumersindo Laverde”, Hispania, vol. 69, nº 3, pp.543-544; y J. L. Ruz Márquez, Adra, siglo XIX, Almería, 1981, pp. 206-207. La epidemia palúdica se evidencia en el testamento de Joaquín Utrera Lidueña y de su mujer Isabel Ortega Amat, de 13 de febrero de 1863, en el que declaran “hace unos 7 u 8 años que estamos padeciendo calenturas intermitentes en cuyo tiempo nuestra asistencia y cuidado ha estado a cargos de nuestras dos hijas, Pura y Gracia Ruiz” (A.H.P.Al., P. 7597, s.f.). En el mismo sentido abunda una escritura de 17 de diciembre de 1867 en la que se señala “siendo indispensable para el saneamiento del pago de Benaluquete, encharcado por las inmediaciones del río y siendo a la vez conveniente para la salud pública de esta villa el abrir brazales de desagüe que conduzcan al mar los remanentes de dicho pago” (A.H.P.Al., P. 7624, f. 691).
23 Dice así “Visto el expediente canónico, instruido a instancia del señor Cura Párroco y ayuntamiento de la villa de Adra, nuestro Santísimo Padre, el Papa Pío IX, se ha designado (aceptar) la elección de Santo Patrono general de la misma, hecha en San Nicolás de Tolentino, declarando su festividad con todos los privilegios de estilo, derecho y costumbres; guárdese y cumpla lo dispuesto por Su Santidad, celebrándose su fiesta con rito de primera clase, con
octava y siendo de misa de precepto el día en que tenga lugar” (A)rchivo (P)arroquial de (A) dra. Al parecer la elección se acompañó de una promesa religiosa de los votantes pues el erudito local Leopoldo Segado Aquino señala que “este Ayuntamiento, con todo su vecindario, tenía hecho voto perpetuo de ayunar la víspera de San Nicolás de Tolentino, patrono de esta villa” (Colección particular- manuscrito inédito, fechado hacia 1920-1923). La causa del patronazgo la recoge la tradición popular “el pueblo, con su Ayuntamiento al frente, pidió su patronazgo, implorando su intercesión por las fiebres epidémicas malignas que azotaban la poblaciónvid. S. Rodríguez Becerra (coord.), Guía de fiestas populares de AndalucíaConsejería de Cultura, Junta de Andalucía, Sevilla, 1982, p. 20.
24 Biblioteca Universidad de Barcelona, Manuale Agustinianum, 1785, ms. 9.387, f. 87; vidM. Gelaberto Villagrán, La palabra del predicador. Contrarreforma y superstición en Cataluña (siglos XVII-XVIII), tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona, 2003, pp. 326-327.
25 Colección particular. Manuscrito inédito.
26 Sobre las epidemias de tercianas en Adra, vid. D. Gómez Díaz, Bajo el…, pp. 44-46; J. L. Ruz Márquez, Adra, siglo…, p. 51 y M. Paracuellos Rodríguez: “Las Albuferas de Adra y el hombre”, Farua, Extra I (2006), p. 340
27 La Cofradía de la Santa Vera Cruz ya existía en 1623 según se desprende del testamento de Juan Ruiz de Medina, otorgado el 4 de mayo de dicho año (A.H.P.Al., P. 801).
28 A. Gil Albarracín, Cofradías y Hermandades en la Almería moderna (historia y documentos)Almería-Barcelona, 1997, p. 42 y A.H.P.Al., P. 824, f. 125.
29 Los Iluminatti eran fervorosos devotos del taumaturgo: el 20 de septiembre de 1729 D. Pedo Iluminatti Zabala manifestaba su devoción a San Nicolás de Tolentino en sus últimas voluntades (A.H.P.Al., P.805).
30 A.H.P. Al., P. 824, f. 125; P. 829, ff. 262r-271v, y J. SÁNCHEZ REAL, Avance del …,
31 Las Memorias de un alpujarreño: Don Juan Gabriel del Moral Villalobos. Entre Fondón y Berja (1796-1826), estudio preliminar de V. Sánchez Ramos, Almería, 1999, p. 39.
32 No es casual la espectacular disminución del número de misas, ordenadas en los testamentos decimonónicos, así como la caída en picado de las mandas y donativos a la Iglesia.
33 Josefa Bautista, el 3 de septiembre de 1800, manda que se dé “de limosna al señor San Nicolás de Tolentino un aderezo de diamantes en plata” (A.H.P.Al., P. 842, ff. 176r-178v); Manuel Lidueña Sánchez, el 4 de marzo de 1802, manda que se den 50 reales a la hermandad de San Nicolás de Tolentino (A.H.P.Al., P.843, f. 39) y, el 18 de noviembre de 1814, Diego Martín Pérez ordena que se “entreguen a los mayordomos de San Nicolás para que lo inviertan en culto del Santo ciento cincuenta reales de vellón” (A.H.P.Al., P. 848, f. 211).
34 J. SÁNCHEZ REAL, Avance del …,
35 M. G. Espinosa Spínola, M. M. Nicolás Mart ínez, R. Torres Fernández, A. Ureña Uceda, Guía artística de Almería y su provincia, Almería, 2006, p. 248 y J. SÁNCHEZ REAL, Avance del …,
36 J. Carmona Muela, Iconografía de…, Madrid, 2003, pp. 345-347 y P. Panedas galindo, Nicolás de…, p.14.

San Sebastián
     Históricamente la devoción a San Sebastián constituía uno de los puntos de referencia en el calendario festivo anual de los habitantes de Adra, siendo muchos los bautizados con su nombre. Según la tradición cristiana, Sebastián era un soldado romano que se convirtió al cristianismo y que murió martirizado en una de las persecuciones romanas. La Iglesia le venera, por ello, como mártir y el pueblo, especialmente, por su condición de abogado contra la peste37. En Adra, y para mayor pujanza, se asoció su devoción a la de San Nicolás de Tolentino, lo que languideció, en parte, su fervor aunque no terminó por ensombrecerlo. Este comportamiento de doble imploración es muy típico del barroco español, pues, como afirma W.A. Christian, Jr., “es evidente que muchos santos no fueron muy eficaces como protectores a largo plazo, ya que las comunidades hicieron votos en diferentes ocasiones a distintos santos por la misma razón. Pero dichos votos eran acumulativos: aunque uno de ellos dejara de tener el deseado efecto se hubiera hecho uno nuevo a otro santo se seguía respetando el primero38. Es muy posible que esta afirmación fuese el comportamiento seguido por los abderitanos. El culto a San Sebastián tuvo un enorme desarrollo en el Reino de Granada desde su incorporación a Castilla.
     La peste que asolaba las tierras granadinas, en los primeros años de su anexión, hizo que se invocase frecuentemente su nombre y las ermitas, en las que se le rendía culto, se ubicaron, mayormente, en zonas importantes de los núcleos musulmanes, como macaberes (cementerios), morabitos o áreas fortificadas. En todo un proceso de sacralización católica, la erección de estos espacios dedicados al mártir romano, tenía, además de las connotaciones propias de sus valores sanadores, un matiz inculturador, ya que este Apolo cristiano, el campeón de Cristo, era considerado como el “Defensor de la Iglesia”39.
     En Adra su ermita se levantaba en el Cerro de Montecristo, ubicación que es muy posible se debiera a que el lugar era tremendamente simbólico para la villa, por encontrarse en ella una torre musulmana- la torre de Montecristo- y los restos del antiguo asentamiento romano y ser, igualmente, terreno comunal. El espacio, pues, era el idóneo para que la Iglesia dejase plasmada su impronta, más aún siendo el puerto abderitano un punto sensible para la introducción de los males pestíferos.
     Al término de la guerra de los moriscos, en 1570, y dado que el santo fue de especial fervor para D. Juan de Austria, su discurso devocional se enriqueció con nuevos valores. Su hagiografía -que lo describe como un militar martirizado- adornó, aún más, su aura sanadora en el imaginario popular. El enorme peso castrense del vecindario, sumado a su faceta protectora vendría a enriquecer, en suma, su devocionario. Sin embargo, en 1591, con motivo de la visita del arzobispo de Granada, D. Pedro de Castro, sabemos que su ermita se encontraba muy deteriorada40.
     Es muy posible que este estado ruinoso llevase, en alguna fecha indeterminada, a trasladar la talla a la iglesia parroquial donde tuvo capilla propia perteneciente a la fábrica de la misma. La resignación a reconstruir el edificio religioso es muestra, sin duda, de escasez económica, aunque bien es cierto que también coincide con el alza de San Nicolás de Tolentino, santo igualmente taumaturgo, que bien pudo desplazar en devoción al tradicional protector local de las epidemias.
     Destruido el templo en el asalto turco a Adra de octubre de 1620 -y con él la efigie del santo-, el vicario D. Juan Ginés de Espinosa encargó en 1621 la ejecución de una nueva hechura al gran escultor granadino Alonso de Mena y Escalante dentro del programa de reconstrucción del templo41. Dado que por estas fechas la devoción a San Nicolás había desplazado, en parte, a San Sebastián, su “revival” fervoroso quizás pueda venir reforzado por su hagiografía, en donde cobraría fuerza su condición de soldado mártir; mucho más por cuanto el temor a la reactivación de nuevas enfermedades derivadas del asalto turco exigían un refuerzo taumatúrgico importanteSea como fuere, la remodelación de la capilla permitió que la imagen de San Sebastián tuviese un nuevo auge, fruto del cual son los frecuentes enterramientos de abderitanos en este espacio. De su ascendencia entre el vecindario da cuenta el hecho de que el estamento privilegiado no dudase en buscar este espacio sacralizado como lugar de reposo; entre los personajes distinguidos, sepultados en aquella, sobresale Dª Catalina Juárez y Torres -fallecida el 9 de febrero de 1643-, esposa del contador de guerra Antonio Calizano y Medrano42.
     En el año 1680, probablemente en acción de gracias por su intercesión en la epidemia de peste de 1679 -que afectó gravemente a la villa y a otros lugares vecinos-, debió levantarse una nueva ermita en la ladera sur del cerro de Montecristo43Esta construcción se reformó y amplió, en 1751, a instancias del beneficiado abderitano D. José Cayetano Valverde Carreño, contador y capellán del cabildo del Sacromonte de Granada, financiándose las obras con las donaciones de los fieles sin aportación de la fábrica de la iglesia44. La obra se dilató en el tiempo, como revela el testamento del beneficiado Francisco Antonio Capilla y Acuña, de 10 de diciembre de 1780, que ordenó que se dieran de sus bienes a la hermandad de San Sebastián “sesenta reales para ayuda a su obra para la que di en el año pasado de 1777 a D. José Antonio Bruno Gnecco trescientos reales de vellón45. Gracias a esta reforma, en la segunda mitad del XVIII este espacio religioso sirvió de templo principal cuando la iglesia parroquial de Adra permaneció cerrada por obras. Buena muestra de la obsesión de los Gnecco por el culto al santo- además de otros también venerados en la ermita46- es la declaración contenida en el testamento otorgado, el 5 de agosto de 1835, por Dª María Concepción Vázquez Capilla, esposa de D. José María Gnecco Poblaciones, en la que esta confiesa “mi marido y yo tenemos tratado dejar al señor San Sebastián, que se venera en su ermita de esta villa, la mitad del cerro nombrado de Montecristo, que nos corresponde como comprado a doña Ramona Sáinz47.
     Para atender con decencia la devoción al santo, el 2 de abril de 1736, fueron aprobadas por Felipe de los Tueros, arzobispo de Granada, las constituciones de la cofradía de San Sebastián. Esta fraternidad pedía en su tiempo limosna de grano y azúcar, y con ella se pagaba su festividad que se celebraba, anualmente, el 20 de enero con misa en la ermita, procesión en torno a ella, disparo de cohetes, bailes y luminarias48. La corporación religiosa desapareció en 1798, al igual que la de la Virgen del Mar, a consecuencia de las medidas desamortizadoras de Godoy. Pese a que el fervor al santo disminuyó algo en Adra por la preferencia de los feligreses hacia el patrón, San Nicolás, siempre gozó de seguidores que continuaron realizando mandas en sus testamentos, agradecidos por su intercesión49. Especialmente generosa fue la manda efectuada en su testamento, de 12 de diciembre de 1797, por D. Diego Avilés Utrera que ordenó que se dieran por “Doña María Avilés, mi sobrina, trescientos reales de vellón de limosna al señor San Sebastián que se venera en su ermita extramuros de esta villa50. Se trataba de un personaje relevante de la oligarquía abderitana que había desarrollado una intensa carrera política51.
     La imagen que realizara, en el siglo XVII, Alonso de Mena y Escalante, fue destruida el 14 de abril de 1936 en el saqueo de la ermita, sin que fuese repuesta, en la posguerra, al haberse extinguido su culto. Recientemente se ha adquirido una imagen, sin valor artístico, que se venera en aquella.

37 J. A. Sánchez López, “Imágenes de San Sebastián. Visiones del cuerpo palpitante y desgarrado”, De San Sebastián a la Asunción. Conferencias de Arte, Almería-Barcelona, 2005, pp. 37-102. En 1588, el arzobispo de Granada, Juan Méndez de Salvatierra, instituyó como fiesta de precepto, el 20 de enero, día de los gloriosos mártires San Fabián y Sebastián “por devoción de la peste (…) quedando desde este año por día festivo, con procesión a su hermita para perpetua memoria, agradecidos de los beneficios que de su intercesión recibieron” (F. Henríquez de Jorquera, Anales de…, t. 1º, pp. 521-522).
38 W. A. Christian, Jr., Religiosidad local en la España de Felipe II, Madrid, 1991, p. 82.
39 V. Sánchez Ramos, “Sanar y proteger en el devocionario alpujarreño: la Virgen de la Salud de Laujar de Andarax”, en J. Aranda Doncel (coord.), La advocación de la salud. Actas del I Congreso Nacional, Aguilar de la Frontera, 2005, p.  396.
40 J. M. Gómez-Moreno Calera, “Arte y Marginación. Las Iglesias de Granada a finales del siglo XVI”, La Religiosidad Popular y Almería. Actas de las III Jornadas, Almería, 2004, p. 309.
41 J. Sánchez Real, “Una obra de Alonso de Mena y Escalante: El Cristo de la Expiración”, Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada (1993), pp.103-110.
42 enterrose en la capilla de San Sebastián que es capilla de la Iglesia” (A.P.A., libro 1º de entierros, f. 27r).
43 Sobre la fecha de construcción de la ermita vid. P. Madoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1845, vol. I, p.87. Sobre la epidemia de peste, vid. F. Luna y C. García-Moro, “Cronología, Causas…”.
44 J. Sánchez Real, “La sacralización del Espacio en la villa de Adra (siglos XVI-XVIII )”, Actas de las I Jornadas de Religiosidad Popular, Almería, 1997, pp. 54-56. Son ejemplos de mandas testamentarias para la construcción de la ermita las que siguen: el 30 de abril de 1751, María Josefa Gnecco, mujer de Bartolomé Gnecco, mandó “sesenta reales de vellón al señor San Sebastián para ayuda a la obra de su Ermita cuando se empiece” (A.H.P.Al., P. 815, s.f.); el 16 de junio de 1751, Silvestre Lidueña Medina, manda que “se le de al señor San Sebastián, para ayuda a fabricar su ermita, diez reales de vellón” (A.H.P.Al., P.813, s.f.); el 24 de junio de 1751, José Antonio Real, dispone: “que se den para ayuda de la obra de la ermita del señor San Sebastián por una vez veinte reales” (A.H.P.Al., P. 812, s.f.) y el 11 de junio de 1752, Magdalena Gutiérrez Armenteros, ordena que “se le dé de limosna a Nuestro glorioso Señor San Sebastián una fanega de cebada para ayuda a la obra de su ermita en esta villa” (A.H.P.Al., P. 813, s.f.).
45 A.H.P.Al., P.829, ff. 262r-271v.
46 En la ermita de San Sebastián se rendía culto a San José y a Santa Rita de Casia, dos santos a los que los Gnecco profesaban especial devoción. Buena muestra del fervor que suscitaba la “abogada de imposibles” en esta familia es el testamento, otorgado el 24 de julio de 1803, por Dª Catalina Gnecco Costa, viuda de D. Cristóbal de Robles y Barrio, primer Alcalde Mayor de Adra, Berja y Dalías, en el que manda que se entreguen 3.000 reales “para el culto de Santa Rita que se venera en la ermita de San Sebastián, extramuros desta villa” (A.H.P.Al., P. 843)
47 A. H. P. Al., P. 7.611, f.169r.
48 A. Gil Albarracín, Cofradías y…, p.43.
49 Muestras del fervor al santo son las mandas siguientes: el 20 de junio de 1674, Luis de Palomares manda que se digan por su alma 4 misas a San Sebastián (A.H.P.Al., P.803, s.f.); el 26 de mayo de 1763, Dª Josefa Sánchez de Mayor dispone: “mando se le den de limosna al Señor San Sebastián quatro pesos de a quinze reales para que se le compre una diadema y para ello se entreguen a sus comisarios” (A.H.P.Al., P. 819, ff. 61r-62v); María Abad, en su testamento otorgado el 20 de enero de 1770, manda que “se dé un velo de tafetán para la capilla del señor San Sebastián en su ermita y otras dos docenas de cohetes para la víspera de su día” (A.H.P.Al., P.822, ff. 26r-27v); el 22 de octubre de 1771, Juan de Artea manda “al señor San Sebastián media arroba de aceite para su lámpara” (A.H.P.Al., P.823, ff.190r-1914v); el 8 de abril de 1777, Antonio Medina y Luna, manda 24 reales para su culto (A.H.P.Al., P. 827, ff. 130r-131v) y, el 22 de julio de 1792, Sebastián Sánchez de Mayor manda que se den “quince reales al señor San Sebastián” (A.H.P.Al., P. 838, ff.27r-33r).
50 A.H.P. Al., P. 838, ff. 27r-33r.
51 Alcalde ordinario del concejo de Adra en 1755 y 1763 [A.H.P.Al., P.815, f. 101; P.818 f. 5] y procurador síndico en 1761,1762, 1763, 1769 y 1777 [A.H.P.Al., P.818, ff. 31r-32v; P.819, f. 2r; P.822, f. 63 y P.827, f. 83r].


San Marcos
“San Marcos el de Turón tiene la cabeza rota de un palo que
le pegó el hijo de la bigota”
(popular)

     El culto a San Marcos en Adra, como en otros lugares de España y Andalucía, es muy antiguo52. Para el ilustre antropólogo Julio Caro Baroja las letanías mayores de su fiesta, el 25 de abril, son la continuación cristiana o adaptación de las “Robigalia” romanas53. En la Alpujarra oriental se celebran fiestas en su honor en Ohanes, Laroles, Mairena, Cherín y Lucainena, que se extienden también a parte de la Contraviesa (Albuñol, Turón) y a algunas localidades de la comarca de Órgiva (Tablones, Carataunas, Cádiar y Bérchules)54. Para los agricultores y ganaderos, San Marcos no es uno de los santos evangelistas sino el patrón de la agricultura y ganadería, y tenemos constancia de cómo ya se celebraba en Adra su fiesta, el 25 de abril de 1564, con misa mayor y procesión de su imagen55. A pesar de su antigüedad, su fervor debió debilitarse a partir del último tercio del siglo XVI, posiblemente por el alza de otros santos (San Nicolás y San Sebastián), volviendo a resurgir su culto en torno a la primera mitad del siglo XVIII. La primera muestra de devoción al santo evangelista es un tanto tardía: el testamento conjunto de los hermanos D. Francisco y Dª Ana de Utrera Gutiérrez, otorgado el 27 de febrero de 1750, que refiere la siguiente disposición mandamos que fallecidos que seamos ambos se den y entreguen por una vez a los cofrades o hermanos mayores de la hermandad del Señor San Marcos, del lugar de Turón, doscientos cuarenta reales de vellón y un tonel de catorce o quince arrobas que tenemos en nuestro cortijo en la sierra, para que su valor con la referida cantidad se aplique por dichos hermanos en obsequio del Santo, según les parezca conveniente o en adorno de su ermita 56.
     Es evidente que la devoción a este santo en Adra fue eclipsada por el alza de otros santos locales y, sobre todo, por el prestigio que, en toda la Alpujarra, comenzó a tener el culto a San Marcos, en la cercana localidad granadina de Turón, que alcanzó un enorme apogeo a partir del siglo XVII. La fama de este era tan intensa que son muy escasas las muestras de fervor a la imagen del santo en Adra57La ausencia de cofradía denota que se trataba, en su origen, de un culto secundario en relación a otros santos y Vírgenes de la parroquia, lo que contrasta con la situación actual en la que ocupa un lugar fundamental. No sería hasta bien entrado el siglo XIX cuando su efeméride cobrase gran desarrollo en el casco antiguo de la villa, aunque los cortijeros de la sierra se mantuvieron fieles al de Turón, al que festejaban el 25 de abril, acudiendo a su ermita con sus caballerías. Leopoldo Segado Aquino afirma que los agricultores de Adra tenían dos devociones fundamentales: las Ánimas Benditas y San Marcos, de cuyas fiestas nos da noticias a finales del siglo XIX el padre Amat en sus manuscritos58.
     Es posible que en el resurgir decimonónico del santo evangelista tuviese algo que ver la epidemia de langosta producida en 1845, y que sufrió, entre otros pueblos, Adra. En aquel año el santo fue invocado por los agricultores para que les liberase de esta plaga59.
El estudioso abderitano José Antonio Martín Rodríguez hace una bella descripción de la fiesta de San Marcos, que describe así “En el primer tercio del siglo XX se sumaba el pueblo en masa a la celebración. En especial las calles del recorrido, cuyas casas eran revocadas, blanqueadas y pintadas para tan señalada fecha. Chicos y grandes sacaban sus mejores galas para la fiesta y rara era la persona que no estrenaba alguna prenda, acontecimiento guardado para este día. En la procesión se cumplían las “mandas” que se habían hecho, en agradecimiento a favores alcanzados por su mediación, y como siempre, detrás del Santo, una concurridísima comitiva de caballerías que también lucían sus mejores galas y portaban sobre sus sufridos lomos a más de un jinete resultando muy corriente en ver a los padres jóvenes con uno, dos y hasta tres de sus retoños hacer el recorrido. El cortejo lo cerraban manadas de cabras y ovejas. El itinerario seguido por la procesión siempre ha sido el mismo; es decir, el archiconocido que popularmente se denomina “Estación de San Marcos”. Esta salía a primeras horas de la mañana de la iglesia parroquial, bajaba por la calle Real hasta la cuesta de la Plaza y una vez en ésta el Santo era asomado a la muralla, donde se cantaba la Letanía de los Santos y bendecía la vega que desde allí se divisaba en su feraz grandeza; luego, por la calle de la Estrella, y empinada Cuesta de los Telares, seguía por la calle Santo Cristo hasta el Postiguillo, para bajar seguidamente por la Fuente y Esperanza, a la calle de la Gloria pasando por las ruinas del cementerio viejo, singular atalaya siempre ocupada por multitud de personas que contemplaban el paso del cortejo, finalizando en el templo. En este recorrido paraba el Santo en los “descansos” que primorosamente engalanados hacían sus devotos en franca rivalidad haciendo colchas, sábanas bordadas, tapetes y toda clase de colgaduras que sirvieran de adorno sacadas del arca de la abuela para tan señalada ocasión.60.
     En la villa costera el calendario festivo a San Marcos, a diferencia de Berja y Dalías, donde la festividad dejó de celebrarse, fue en aumento. El estudioso virgitano José Ruiz Fernández nos dice que en “Adra, en cambio, todavía perdura la fiesta de San Marcos. La organizan todos los años los mayordomos de la Hermandad de Labradores y Ganaderos. La procesión sale a las 9 de la mañana y recorre un itinerario fijo que arranca de la plaza del Maestro Ortiz de Villajos y termina en la calle de la Gloria y calle Real. Al encerrarse la procesión, se hace una carrera de bestias en la explanada de “La Fabriquilla” y se entregan varios premios a los vencedores (animal ganador de la carrera, al mejor engalanado, etc.)”61. La estación duraba nueve días, y algunas mujeres la recorrían descalzas. Además de los festejos, se hacían los “roscos de San Marcos”, sin levadura ni sal, que en los días de tormenta se tiraban a la calle para que el Santo las apaciguara62.
     Desconocemos la tesis, que algunos sostienen, que basa la implantación de la fiesta de San Marcos en Adra en la donación que realizó en 1754 el Alcalde Mayor de Adra, Berja y Dalías, D. Cristóbal de Robles y Barrio, de una imagen del santo a la parroquia. Esta teoría, no obstante, se resiente en el hecho de que éste no era natural de Beas de Segura (Jaén), como se afirma, sino de Granada63. Es más verosímil, aunque no deja de ser una hipótesis, que el capitán Lorenzo de Utrera y Medina, por su condición de arrendatario de las tercias de Murtas -lugar perteneciente a Turón- se familiarizase con la devoción al Santo, y la transmitiese a su hijo, el mencionado presbítero D. Francisco de Utrera Gutiérrez, del que fue heredero su sobrino el capitán Juan José Segado Utrera, quien declara en su testamento de 1790 que una imagen de San Marcos se hallaba en su “capilla”, situada en la iglesia parroquial, conocida como “capilla del Santo Cristo de las Penas” o de “los Utreras”. La imagen que siguiendo una antigua tradición era conducida desde esta capilla hasta la ermita de San Sebastián donde se oficiaba la “novena” al santo, previa a su festividad, el 25 de abril, fue destruida en los sucesos del 14 de abril de 1936 cuando se produjo el asalto y saqueo del templo. En la posguerra, la hermandad de labradores y ganaderos adquirió una nueva efigie de escayola, sin valor artístico, que se conserva en la sede de la Hermandad de San Marcos, en la calle de la Esperanza. En 1994 el imaginero granadino Eduardo Espinosa Alfambra, a instancias de dicha fraternidad, labró una nueva talla, que es la que actualmente se venera en su altar de la iglesia parroquial de Adra.

52 En 1588 se celebraba en Granada, el 27 de abril, la procesión de las letanías mayores a San Marcos, vid. F. Henríquez de Jorquera, Anales de…, t. I, p.524.
53 J. CA RO BA ROJA, Ritos y Mitos equívocos, Madrid, 1989, pp. 77-79.
54 J. Ruiz Fernández, Fiestas y tradiciones de la Alpujarra, Berja (Almería), 1989, pp.95-101.
55 Causa seguida contra el escudero Alonso de Avendaño por tentativa de agresión al comendador Diego de Herrera, capitán y gobernador militar de la plaza de Adra, cuando se disponía a salir la procesión de San Marcos de la iglesia parroquial ( Archivo de la Alhambra de Granada, leg. 139-30).
56 A.H.P.Al., P.1.137, ff. 37r-42v.
57 Muestras de mandas testamentarias son las que siguen: Manuel Navarro, el 5 de noviembre de 1757, manda que “se den dos reales de vellón de limosna por una vez de mis bienes al señor San Marcos del lugar de Turón” (A.H.P.Al., P. 817, ff.189r-190v); Tomás González, el 5 de diciembre de 1764, declara que “le debo a el señor San Marcos sesenta reales de vellón, es mi voluntad se le paguen de mis bienes” (A.H.P.Al., P. 820, s.f.); Antonio Sánchez Peña, el 4 de diciembre de 1767, manda que “se den de limosna treinta reales al señor San Marcos del lugar de Turón” (A.H.P.Al., P. 821, ff. 149r-151v); Juan Martín Herrera, el 23 de julio de 1768, manda que “se den al señor San Marcos de Turón veinticuatro reales para su culto” (A.H.P.Al., P. 821, f.65v); Inés Martín, el 9 de diciembre 1767, declara que “debo al señor San Marcos sesenta reales de vellón” (A.H.P.Al. P.821, ff. 163r-165v); Antonio de Medina y Luna, el 8 de abril de 1777, manda “cien reales para su culto al Señor San Marcos, cuya imagen está en la Iglesia Parroquial de esta villa” (A.H.P.Al., P. 827, ff.130r-131v); el capitán Juan José Segado Utrera, el 16 de diciembre de 1790, pide que se digan por su alma 3 misas al señor San Marcos que “se venera en mi capilla” (A.H.P.Al., P. 837, ff. 30r-39v); Sebastián Sánchez de Mayor, el 27 de junio de 1792, manda que se den 15 reales al señor San Marcos (A.H.P.Al., P. 838, ff. 27r-33r); Pedro Martín y Martín de Villalobos, vecino de La Alquería, el 10 de julio de 1802, manda que “se le den al señor San Marcos de Turón trescientos reales” (A.H.P.Al., P.843, f. 119) y Diego Martín Pérez, el 18 de noviembre de 1814, reconoce una deuda de “cien reales a San Marcos de Turón”, al objeto de que sus herederos la pagaran con cargo a sus bienes (A.H.P.Al., P. 848, f. 211).
58 Colección particular-Manuscrito inédito. Los anales del padre Amat se conservan en el archivo parroquial de Adra.
59 Recojo una tradición familiar. Sobre la epidemia de langosta vid. J. L. Ruz Márquez, Adra, siglo…, p. 163 y M. F. MATARÍN GUIL y J. ABAD GUTIÉRREZ, Etnografía y Folklore en un medio Rural. Alboloduy (Almería), Almería, 1995, p. 136.
60 J. A. Mart ín Rodríguez, Adra y la devoción a San Marcos, Adra, 1991, (folleto).
61 J. Ruiz Fernández, Fiestas y…, p. 102.
62 J. M. Mart ínez Sánchez, Adra y…, pp. 46-47 y G. Brenan, Al sur de Granada, Madrid, 1976, p. 74.
63 A.H.P. Al., P. 818, f. 166r y P.843, f. 209.
64 S. RODRIGUEZ BECERRA, La religión de los andaluces, Málaga, 2006, p. 80.
65 A. PUERTAS GARCÍA, El Convento de San Pascual Bailón: Laujar de Andarax, Almería, 1998.

San Antonio de Padua
     Como es sabido la devoción a San Antonio de Padua la extendieron los franciscanos por toda la geografía cristiana64. En las Alpujarras la orden mendicante, desde su convento de Ugíjar, ejercía su influencia misional sobre todas las parroquias de la comarca. La erección del convento de San Pascual Bailón, a finales del XVII, no hizo sino potenciar, aún más, la fe y devoción a los santos franciscanos65Buena muestra de ello es lo dispuesto por D. Antonio Barranco Zavala, un personaje relevante de la Adra barroca, que en su testamento, otorgado el 3 de agosto de 1717, mostraba palmariamente en dos de sus cláusulas la todopoderosa influencia que la orden franciscana ejercía sobre las mentalidades de la villa. En la primera de ellas instituía una memoria “de quatro misas rezadas en cada un año, perpetuamente, la una de ellas a San Pascual Baylón, la otra a San Vicente Ferrer, la otra a San Francisco Xavier y la otra a las Ánimas Benditas del Purgatorio, que se han de decir en cada un año, perpetuamente, para siempre xamás, en el Convento de Religiosos de mi padre San Francisco de Asís, de la villa de Lauxar, con título de San Pascual Baylón y por las referidas quatro misas rezadas señalo al dicho Convento diez y seis reales de vellón de limosna en cada un año, que los impongo y sitúo sobre un haza que tengo de ocho marxales en el pago del Ingenio”. En la segunda imponía, sobre un haza situada en el pago del Lugar, de la vega de Adra, una misa rezada perpetuamente en cada año “que se ha de decir al señor San Antonio de Padua”, del que declaraba ser poseedor de una efigie de “menos de bara”. Finalmente, por si no quedara clara su ascensión franciscana, ordenó que de las 800 misas que se dijesen por su alma, salvada la cuarta parroquial reservada a la iglesia de Adra, 400 se oficiasen en el convento laujareño, y las 200 restantes en el Hospicio de Nuestra Señora de Gádor, de religiosos de San Francisco de Paula66.
       El 9 de marzo de 1736 el licenciado D. José Capilla y Acuña fundaba una capellanía, siendo una de sus cargas una misa a San Antonio de Padua, en su día u octava67.
     Tampoco escapó a la influencia de la orden el mismo gobernador militar de Adra, D. Gonzalo Enríquez Moyano, quien en su testamento, otorgado el 18 de junio de 1739, ordenó que se dijese por su intención “un novenario de misas a San Pasqual Baylón y San Antonio de Padua68.Especialmente relevante fue el legado realizado, en 1746, por el licenciado D. Diego de Utrera Iluminatti, presbítero y beneficiado de la iglesia parroquial de Adra, que dejó en su testamento doscientos reales “a Señor San Antonio de dicha iglesia69. Unos años más tarde, el 30 de abril de 1751, Dª María Josefa Gnecco Costa, mujer de D. Bartolomé Gnecco, familiar del Santo Oficio, declaraba que “es mi voluntad se le compre de mis bienes al glorioso señor San Antonio de Padua, que se venera en esta iglesia, un vestido de floripón blanco y morado con galón fino70.
     El culto a San Antonio de Padua en Adra, como en la Baja Alpujarra71, fue especialmente intenso en las décadas centrales del siglo XVIII, siendo múltiples las mandas y legados por su intercesión, destacando las novenas en su honor y el “pan de los pobres”, obra asistencial basada en uno de los milagros que se le atribuían72. Reveladora de la fuerza de la fiesta, que se celebraba el día 13 de junio, y de la importancia y significación del culto al franciscano en el calendario litúrgico de Adra, es el testamento de Dª María Abad que, el 20 de enero de 1770, mandó se le diesen 17 celemines de cebada y 4 decenas de cohetes “para que se disparen la víspera de su día”73. El 10 de diciembre de 1780, el beneficiado de la iglesia parroquial de Adra, Francisco Antonio Capilla y Acuña, ordenó en su testamento que se dorase el altar donde se veneraba su imagen74.
     En 1936, altar e imagen fueron destruidos, aunque logró salvarse el Niño Jesús que portaba en su mano izquierda. En la posguerra, la familia Gómez-Pérez donó una imagen del santo, a la que se incorporó el Niño Jesús, sobre su mano izquierda, que se había salvado de la ira iconoclasta en la contienda civil.

66 A.H.P. Al., P. 692, ff. 273r-282r.
67 A.H.P.Al., P. 702.
68 A.H.P.Al., P. 807.
69 A.P.A., Libro 4º de entierros, f. 6r.
70 A.H.P.Al., P. 815, f. 151.
71 Sobre el culto en Berja, vid. V. SÁNCHEZ RAMOS, “Música, moda y el marqués de Yniza. A propósito de las fiestas de San Antonio de Padua en Berja en 1786”, Farua 6 (2003), pp. 233-247.
72 Ejemplo de mandas a San Antonio: Dª María de Teves, el 3 de mayo de 1673, mandaba 4 misas a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P. 802); Nicolás de Tejeda, el 5 de septiembre de 1732, mandaba 1 misa a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P.805); Catalina de Acuña, el 9 de julio de 1733, manda 4 misas a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P. 806); Ana Martín de Teves, el 15 de junio de 1734, manda 1 misa a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P. 806); Tomás de Medina, el 30 de julio de 1734, declara “mando que al señor San Antonio de Padua se le digan, luego que yo fallezca, seis misas rezadas para que interceda ante S.M. me lleve a su eterna morada” (A.H.P.Al., P.807); Casilda de Peña, el 5 de diciembre de 1736, mandó 1 novenario de misas rezadas “las que se aplicaran al señor San Antonio de Padua” (A.H.P.Al., P. 806); Gabriel Barranco, el 22 de junio de 1745, manda 1 misa a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P 810). María Utrera Peña, el 25 de junio de 1751, manda que se digan 2 misas rezadas a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P.812); Antonio Sánchez Botija, el 1 de agosto de 1751, manda 1 misa a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P.812); María Carreño, el 1 de noviembre de 1752, manda 1 misa en el altar de San Antonio de Padua de la Iglesia de Adra (A.H.P.Al., P.813); Magdalena Gutiérrez Armenteros, el 11 de junio de 1752, manda 2 misas a San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P.813); Josefa Sánchez de Mayor, el 26 de mayo de 1763, manda que se diga 1 misa rezada a San Antonio (A.H.P.Al., P. 819, ff. 61r-62v); Juan Martín Herrera, el 23 de julio de 1768, manda que “se den a San Antonio dos fanegas de cebada” (A.H.P.Al., P. 821) y finalmente Antonio de Medina, el 8 de abril de 1777, manda 20 reales al señor San Antonio de Padua (A.H.P.Al., P.827).
73 A. H. P. Al., P. 822, ff. 26r-27v.
74 A. H. P. Al., P. 829, ff. 262r-271v.

San José
     El culto a San José fue impulsado por la orden carmelita, en la que destacaba como fervorosa devota la misma Santa Teresa de Jesús.
     En Adra el testimonio más antiguo de la devoción al santo es el testamento de José Fernández Haro que, en 1744, declaraba ser hermano de la cofradía “del señor San José”, de la que, el 29 de febrero de 1784, también reconocía ser miembro D. José Antonio Rodríguez-Correa y Utrera75. El 16 de julio de 1748 Dª Jerónima de Utrera y Sáez manifestaba que sobre una casa de su propiedad, en la calle de la Palma, intramuros de la villa, se pagaban a los beneficiados de Adra 11 reales de limosna “por el sermón que se hace en la iglesia parroquial de la villa al patriarca señor San José76.
     No obstante, el auténtico cénit de su culto tendrá lugar por la extraordinaria devoción que le profesaba Dª Rosa Cándida Gnecco Gnecco, esposa del alcalde mayor de Berja, Adra y Dalías, D. Pedro Beneito y Aznar. Esta, tras instituir en su testamento de 3 de abril de 1778 como heredero, de parte y media de sus bienes, a su hermano D. José Antonio Gnecco, precisaba que lo sería con el gravamen “de mantener una lámpara encendida de día en obsequio y culto del patriarcha sr. San Joseph y en el altar de la Yglesia parroquial desta villa de Adra”. En el mismo instrumento fundó una capellanía servidera en la iglesia parroquial de Adra “en el altar de mi Patriarcha el sr. San Joseph con la obligación(…) de que sea del Capellán que la poseyese el costo del Jubileo de cuarenta oras que dexo en dicha Yglesia establecido y anualmente en cuanto a oras canónicas, misa, sermón, el día del Patriarcha y la reserva con assistencia lo menos de doze residentes, con su Te Deum laudamus y responso, y según por mi hasta de presente, en quanto a esto se ha practicado y la Yglesia celebra77.
     La bella imagen de San José, que se venera actualmente en el retablo mayor de la iglesia parroquial de Adra, fue preservada de su destrucción en 1936. Le representa cogiendo con la mano derecha al Niño, y está atribuida a algún discípulo del gran escultor accitano Torcuato Ruiz del Peral, que la debió ejecutar, entre 1773 y 1778, a instancias de la referida Dª Rosa Cándida Gnecco78.

75 A.H.P.Al., P. 809 y P. 832, ff. 4r-9v.
76 A.H.P.Al., P. 811.
77 A.H.P.Al., P. 828, ff. 110r-114v.
78 J. SÁNCHEZ REAL, Avance del ...




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